Periplo Educativo

¿Qué mirar cuando observo a mis estudiantes en el aula?

Sin dudas este año escolar ha sido diferente respecto a los dos últimos, las salas están con todos sus estudiantes y se han retomado las rutinas y horarios de clases tal como eran antes de la pandemia. Esto ha traído como consecuencia que estos tres primeros meses hayan sido intensos en cuanto a la reorganización de niños y familias y en relación a la convivencia en los colegios.

López Rosetti plantea en uno de sus libros: “No somos racionales, somos seres emocionales que razonan”. Esto quiere decir que son fundamentalmente nuestras emociones las que se manifiestan en cada momento y en las diferentes situaciones de nuestra vida y es con ellas que nos comunicamos, relacionamos y aprendemos. 

Durante 2020 y 2021, la escolarización fue principalmente en casa, trayendo consigo una experiencia emocional que transitó por la alegría, miedo, tristeza, calma, frustración, incertidumbre, y más, entre los/as estudiantes. Este año, el retorno completamente presencial implica que niños, niñas y adolescentes se adapten a esta nueva condición, la que trae consigo una vivencia emocional que es necesario gestionar y que, sin embargo, no todos logran hacerlo mostrándose inseguros, ansiosos, en ocasiones irritables, tímidos, sensibles, etc.

Por su parte, los profesores han mostrado entusiasmo por dejar atrás la modalidad híbrida, sin embargo, algunos evidencian ansiedad y cierto grado de tensión por todos los objetivos que deben enfrentar para conseguir las metas propuestas para este año académico.

Y ¿qué ocurre cuando estas emociones entran al aula?

Se enfrentan y surgen conductas, fundamentalmente en los niños, niñas y adolescentes que muchas veces son difíciles de comprender y de gestionar. Entonces, ¿dónde poner la atención?:

Primero es importante reconocer que en las salas de clases o en los diferentes espacios del colegio podemos estar observando estudiantes:

Frente a este panorama, son los profesores y adultos responsables (padres, madres y/o tutores) quienes deben proveer de todo lo necesario para que todos sus estudiantes logren reorganizarse, retomar adecuadamente las rutinas, gestionar sus emociones y con ello entregar lo mejor de sí mismos.

En este ejercicio lo primero que debemos hacer es comprender que detrás de cada conducta hay una emoción que la motiva, es decir, nuestras conductas responden, entre otras cosas, a una emoción que la impulsa. Si logramos aceptar (comprender) que, tras la rabieta, el grito, la pelea o la inquietud motora incluso, puede haber miedo y/o rabia, podremos ayudar al niño, niña o adolescente a gestionar dicha emoción y, así, tener la posibilidad de atender de mejor manera a esa conducta. Para esto siempre es importante validar la emoción, ofrecer compañía y guiar para encontrar salida a la dificultad que la provoca.

Las neurociencias y la disciplina positiva hoy nos invitan a reconocer que prácticas educativas como el autoritarismo, la sobre exigencia de los adultos hacia los niños y adolescentes, la rigidez ante la norma, no promueven un cambio de conducta efectivo, dado que no permiten al niño, niña y adolescente detenerse y observar lo que le está sucediendo y su conducta, comprender la lógica de la norma y valorar la necesidad del cambio conductual.

¿Qué podemos hacer?

Sabemos que el desafío es grande porque implica gestionar las propias emociones y luego acompañar a nuestros estudiantes a gestionar las de ellos. Un elemento importante para llevar a cabo esta tarea es contar con una red que nos sostenga y para ello el equipo docente, profesional no docente y directivo de los centros educativos pueden ser un gran aliado. Por otra parte, educar en la gestión de emociones es una tarea en la que es necesario implicar a la familia.

Te invitamos a sumar a tus prácticas pedagógicas aquellas sugerencias que te hagan sentido de todas las que hemos compartido en este artículo.

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Equipo Periplo Educativo
Ps. Lucía Donoso V.; Mg. Patricia Mozó C. 
Psicólogas Universidad de Concepción

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